Gordon Moore era director de una empresa que hacía procesadores cuando describió en 1965 la ley que llevaría su nombre. Esta indicaba que cada año los procesadores doblarían su capacidad de procesamiento. Luego la revisó y predijo que cada 18 meses ocurriría este fenómeno. Al poco tiempo, junto a sus colegas Robert Noyce y Andy Grove fundó Intel y desde allí comenzaron a hacer circuitos integrados con los que dieron origen al primer computador. Tras eso, la historia es más conocida.
Los hechos le han dado la razón a Moore y su ley y eso fue una de las causas por las cuales el Presidente de Estados Unidos, George W. Bush, le otorgó en julio pasado la “Medalla Presidencial de la Libertad”, el más alto reconocimiento del gobierno a un civil.
No obstante, en una entrevista, tras haber asistido a la ceremonia en la Casa Blanca, Moore fue cauto al hablar del futuro.
“Doblar el número de procesadores es un proceso que se hará lento con el tiempo, porque uno se topa con el hecho de que los materiales están hechos de átomos”, explicó.
Y al dar esta explicación, Moore metió de lleno a la computación en otro ámbito que ha ido avanzando silenciosamente, pero no por eso menos rápido. Se trata de la nanotecnología, o la tecnología de fabricar objetos cuya dimensión se mide en átomos.
Para entenderlo, hay que ir por partes. Primero pensemos en un milímetro, que es la milésima parte de un metro. Si dividimos ese milímetro en mil partes, cada una se llamará micrón. Y si dividimos el micrón en mil partes, obtendremos un nanómetro… es decir, la millonésima parte de un milímetro. Así de chico. Tanto, que en un nanómetro apenas caben entre 3 y 5 átomos.
Si medimos con estas unidades lo que ocurre dentro de un procesador de computador, veremos que los Pentium trabajaban a 0.35 micrones, es decir, a 350 nanómetros. Actualmente se trabaja en 100 nanómetros e Intel anunció el pasado 19 de septiembre que había comenzado a trabajar en la tecnología 3-D que funciona en 30 nanómetros y que mostrará sus primeros resultados en siete a ocho años más.
Lo interesante de este descubrimiento se da en dos ámbitos. El primero es que la tecnología 3-D funciona en tres dimensiones, por lo cual los transistores tienen volumen y por lo tanto pueden transportar señales por arriba y por ambos costados, a diferencia de la tecnología actual en que lo hacen sólo por la parte superior. Y eso significa que esos dispositivos sólo pueden enviar señales por un lado, mientras que los 3-D lo harán por tres lados, triplicando su capacidad y dándole razón nuevamente a Moore.
El segundo ámbito es que al llegar a esa época –hablamos del año 2010- se estará trabajando ya a escala atómica, donde, hasta ahora, es imposible hacer divisiones que permitan seguir generando más espacios de crecimiento.
¿Habremos llegado entonces al fin de la ley de Moore? Probablemente. Pero, y he aquí lo interesante de esto, el propio Moore creía que no se podría avanzar a un nivel más fino de 300 micrones. Pero la investigación probó lo contrario.
Entonces, tiempo al tiempo, que la innovación tiene aún mucho que decir.
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