¿Vale la pena la usabilidad?

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Hace poco más de una semana, Inuk, una perra samoiedo blanca e increíble, falleció en Coyhaique. La atropelló una camioneta y dejó a la familia de un amigo, sumida en la tristeza. En su homenaje, Vik, una diseñadora de Temuco que también la conoció, hizo un fondo de pantalla con su imagen que envió por e-mail a todos los que conocieron a Inuk. Hoy adorna mi PC y me hacer recordar buenos días en el sur verdadero.

¿A qué viene este recuerdo? Pues ocurre, que hace dos semanas compré un teclado nuevo, moderno, lleno de botones. Y justo abajo del botón de Suprimir, que uso habitualmente cuando escribo (ya que no suelo usar el mouse), hay un botón nuevo con la etiqueta de Power.

Cada vez que por error, tratando de presionar Suprimir, uso este botón infame (porque ya cayó en esa categoría), éste hace su trabajo: apagar el computador.

Y por lo mismo, todo lo que estaba haciendo en ese momento, que normalmente es escribir, hablar por Messenger y tener varias ventanas de web abiertas, pues, simplemente se desvanecen. Y donde antes estaba todo mi trabajo, aparece la cara de Inuk redoblando la tristeza de no verla más, por un lado y de darme cuenta que metí las patas de nuevo. Vuelta a prender el computador y volver a empezar.

¿Por qué el diseñador de mi teclado nuevo puso ese botón allí? ¿Por qué lo instaló tan cerca de la tecla Enter y la tecla Suprimir, que normalmente se presionan con confianza y sin mirar mucho, debido a que uno sabe que puede hacerlo sin mayor problema?

Inuk me mira desde mi pantalla y parece decir… paciencia. O, ¡aprende a teclear!

Eso me lleva a darle vueltas una vez más al concepto de la usabilidad, que ha sido descrito por Jakob Nielsen, que es el gurú gringo en estos temas, como la capacidad de una interfaz gráfica para que sus contenidos puedan ser usados sin problemas por una persona que los mira por primera vez.

De acuerdo a sus estudios, una mejora en la usabilidad de un sitio web, aumenta en más del doble el provecho que los usuarios pueden obtener de sus contenidos y, lo que es casi lo mismo, amplía el rendimiento de las personas que deben usarlos para trabajar. Si se pone el ejemplo de un banco, si un empleado se demora tres minutos en encontrar un dato en un sitio web corporativo y mediante un rediseño se logra que ese tiempo baje a la mitad, pues el ahorro ya puede contabilizarse en dinero. Porque se ahorra tiempo que un empleador está pagando y tiempo de un cliente que está esperando.

Un ejemplo similar lo viví hace unos días en un banco que instaló un nuevo sistema para obtener saldos. Bastaba con insertar la tarjeta del cajero automático y elegir el reporte que se deseaba imprimir, para que éste saliera por una ranura. Pero, había un paso intermedio: había que digitar la clave asociada a la tarjeta. Pero, no era la normal, sino una especial que se usa para Internet. ¿Resultado? El amable joven del mesón pasó 5 minutos explicándome las diferencias y al final, me sacó él mismo un reporte desde su computador. Tras mío, había dos personas para pedirle lo mismo.

Allí es donde la inversión en usabilidad se hace palpable. Y donde se ve la necesidad de contar con esta disciplina, que no sólo ahorra tiempo, sino que también dinero.

Con todo esto claro, deberé hacer algo ahora para aplicarle usabilidad a mi teclado y así dejar tranquila a Inuk, para que su recuerdo no quede tan asociado a una tecla mal presionada.

¿Quieres saber más?

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