Esto me pasó en a calle en Santiago y aunque no tuvo repercusión alguna, sigo pensando en lo mal que actué.
Fue así: estaba a pasos de cruzar la calle con el semáfoto peatonal recién cambiado a verde, cuando una persona ciega que iba en mi misma dirección, preguntó al aire, a quien fuera pasando (en este caso, yo): “¿Se puede?”.
Mi respuesta rápida fue: Sí, está en verde. El y yo avanzamos y cruzamos la calle, fin de la historia.
Salvo que seguí pensando hasta hoy, varias semanas después, qué mala fue la respuesta.
Si lo miramos en el contexto, la respuesta resolvió la situación, ya que infundió la confianza adecuada para que la acción de cruzar se ejecutara. Pero el código utilizado (la referencia a una luz de color) me dejó pensando en qué pudo haber significado para esa persona.
Lección para la siguiente oportunidad: la respuesta tiene que ofrecerse en un código que sea claro para quien recibe la información, no sólo para quien la entrega.
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