El 12 de abril de 1994, dos abogados especializados en temas de inmigración y que vivían en Arizona, Estados Unidos, enviaron un correo electrónico masivo ofreciendo sus servicios, a diferentes grupos de usuarios pertenecientes a las listas de correo de Usenet.
Laurence Carter y Martha Siegel despacharon varias decenas de miles de e-mails y con las respuestas que obtuvieron, hicieron negocios por hasta 200 mil dólares, según recordó el primero en una reciente entrevista. Pero al mismo tiempo, se ganaron el odio de muchas más personas que las que les respondieron sus e-mails y, al mismo tiempo, abrieron una industria inesperada, conocida como “envío de correo electrónico comercial no solicitado”, más conocido por el término “spam”.
Hoy ese envío ha crecido tanto que se ha transformado en un problema. Según la consultora Júpiter MediaMetrix este año 2002, cada persona que tenga una cuenta correo recibirá 700 e-mails de este tipo. Y para el 2006 suponen que ese número se duplicará.
Para poner un ejemplo basado en mi propia experiencia, tras abrir una casilla en Hotmail, vi con sorpresa cómo en la primera semana se comenzó a llenar de este “correo-basura”. La sorpresa se debió a que en esa semana no usé nunca la casilla, así que en teoría, sólo el proveedor sabía que yo existía en su sistema. Pero igual la casilla se llenaba diariamente de ofertas de préstamos, pornografía, planes de reducción de peso…
¿Por qué pasó eso? Pues porque la industria que hay tras el spam es muy fuerte y, aunque parezca increíble y pese a todo lo que se diga, no hay legislación que proteja a los usuarios de su influencia.
Por ejemplo, en Estados Unidos en los últimos cinco años ha habido preocupación por el tema, pero hasta ahora no hay una ley federal que le ponga límites a este tipo de comunicaciones. Lo mismo ocurre en Chile y en otros países latinoamericanos y europeos, aunque ya aparecen algunas excepciones, como una ley que pasó recientemente el parlamento español y que prohíbe explícitamente esta práctica.
Por lo mismo, ¿qué pueden hacer los simples usuarios para enfrentar la continua molestia del spam?
Pues, no mucho. Aunque hay algunas acciones que permitirán estar más seguro de que la casilla de correo propia no será utilizada con estos fines.
Por ejemplo, no participar en cadenas ni enviar chistes por e-mail. Al hacerlo, uno agrega su nombre a una lista que si llega a las manos de un autor de este tipo de mensajes, es como un gran regalo de Navidad.
Otra fórmula es utilizar las herramientas de los propios software de correo para establecer filtros que detengan ese tipo de mensajes. Incluso los e-mails basados en web pueden hacerlo.
Y por último, utilizar las propias herramientas de Internet, ya que sobran los lugares donde se está combatiendo a los autores del spam, incluyendo las organizaciones “Mail Abuse Prevention System” y “Spamhaus Block List” que ayudan a los administradores de redes a bloquear e-mails que provienen desde algunos servidores. O también compañías como Brightmail, orientadas a proveer ese tipo de herramientas con paquetes comerciales.
No obstante, es claro que para que el spam termine, debe haber una mezcla entre prevención del usuario con herramientas legales que permitan combatirlo. Hasta que eso no ocurra, el problema seguirá creciendo.
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