¿Quién tiene la culpa?

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Una curiosa paradoja se ha producido en el mundo de las noticias relacionadas con las tecnologías computacionales en estos primeros días del año.

La compañía investigadora de mercados estadounidense Mercury Research, afirmó que en el año 2000 se fabricaron casi 7 mil millones de chips de computador, de los cuales 385 millones fueron al mercado de los PCs propiamente tales, mientras que el resto -o sea más de seis mil millones- se insertaron en diversos dispositivos que los necesitan para su funcionamiento: desde ascensores hasta lavadoras.

Vale decir, que si sumamos eso a lo que debió haberse producido en el 2001 -que con recesión y todo, ha de haber sido similar- y lo de años anteriores, comprobamos que cada vez más, se está confiando en este tipo de elementos para el comando de los más variados aparatos.

Pero, y aquí está lo preocupante, por otro lado, se dio a conocer un correo electrónico que Bill Gates -el máximo ejecutivo de Microsoft- envió a todos sus trabajadores en el mundo, explicando que el máximo esfuerzo que se debe hacer en lo sucesivo dentro de su poderosa compañía, será conseguir que los software sean confiables. Y plantea que en el mundo no existe tal cosa. Ni Windows, ni Linux ni Unix -indica-, son confiables.

Cuestión menor, podría pensar uno al considerar que si deja de funcionar el computador de la casa, pues, no es la gran cosa.

Pero ¿qué ocurre cuando deja de funcionar la computadora central de la Estación Espacial Internacional, como efectivamente ocurrió este primer lunes de febrero, dejando por un tiempo la gran nave a la deriva en el espacio? ¿O cuando falla la máquina donde estaba el sitio web del Foro Económico Mundial, como pasó en el primer domingo de febrero, sin que nadie pudiera entrar al sitio ni entender qué hacer para arreglarlo?

Ambas situaciones, que fueron reparadas poco tiempo después -dejando los eventuales daños que pudieron haber ocasionado, sólo en cálculos catastrofistas-, demuestran que la preocupación de Gates es razonable.

Hay que dedicarle tiempo y dinero al tema de la calidad, porque lo más probable es que la baja de ésta terminará pasándonos la cuenta. No se trata aquí de hacerse profetas del Apocalipsis tecnológico, sino que hay que considerar que a futuro -y no en un futuro muy lejano- todo estará basado en chips y computadores. Por lo tanto, cualquier falla que exista en ellos, será fatal. Hoy estamos en el momento para enfrentar este tema, puesto que si seguimos sin ponerlo en el centro de nuestras preocupaciones, en un tiempo más no habrá una forma simple de arreglarlo.

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