¿De qué color es el vestido? La pregunta que llevó a mucha gente a hablar de colores y de la percepción que tenemos de ellos, permite hacer una reflexión (entretenida, espero) acerca del tema de qué es absoluto y qué es relativo.
A partir del vestido, podemos decir con entera libertad, que los colores ya no son lo mismo ni lo serán más, ya que donde alguien ve rojo, es muy posible que su vecino vea cualquier otro tono.
¿Cómo nos afecta eso si hablamos de experiencia de usuario?
Lo primero que salta a la vista es que los colores son un tema subjetivo, que está relacionado con la experiencia y hasta con la cultura de quienes los ven. En el desarrollo de proyectos web, se usan los wireframes (bocetos que permite ilustrar posiciones y tamaños de las interfaces) para mostrar lo que se está pensando. Como no tienen colores, sino que sólo ubicaciones y formas, son las herramientas preferidas para demostrar lo que se quiere construir. Si en ese momento se usaran colores, se correría el riesgo de llevar la discusión hacia un plano diferente, que tiene que ver más con el gusto que con la organización de elementos, que es lo que se busca mostrar y debatir usando dichos bocetos.
Lo segundo que se puede concluir, es que no hay forma de saber cómo reaccionará una persona ante la interfaz de un sitio web o una aplicación, si no es mirando cómo la usa. Para eso existe un mecanismo de trabajo que es el test de usuario que permite recoger esa información y adoptar las medidas correctivas que sean adecuadas. Vale decir, siguiendo las pautas de trabajo tradicionales para esta tarea, estar junto al usuario y ver cómo usa la aplicación. No hay nada que supere eso.
Como conclusión, este episodio enseña que la obviedad no existe sino que la experiencia que tendrá una persona utilizando un producto sólo se conocerá en el momento en que ocurra esa acción. Por lo mismo, no se puede dar por hecho todo, sino que hay que desarrollar y probar, repitiendo el proceso hasta que todo funcione como se espera.
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