¡Qué triste debe ser escribir la última pantalla de un sitio de Internet! Esa que dice… “hicimos lo mejor, pero no fue suficiente. Lo sentimos… pero al menos, lo pasamos bien mientras duró. Gracias y adiós”.
Como usuario de muchos sitios en la red que han vivido la experiencia, duele encontrarse con algo así porque uno siente que detrás de esa pantalla hay una cantidad de sueños y esfuerzos que quedaron frustrados, porque no resultó lo que se pensaba cuando se comenzó con la experiencia de hacer el sitio.
Y eso nos lleva a pensar un poco más allá y sacar conclusiones respecto de la forma en que estamos usando la Internet para comunicarnos, entretenernos y hacer negocios.
Lo primero que queda claro, es que estamos en un movimiento pendular. Primero todo el mundo creyó que se podía hacer rico usando esta nueva tecnología y por eso el dinero cayó a raudales sobre quienes se estaban atreviendo a usarla. Luego vino el movimiento del péndulo hacia el otro lado y estamos en el estado en que quien está emprendiendo una empresa en Internet, es un aventurero que no sabe dónde va a llegar y para el cual no hay mucho capital disponible.
Y en este estado de cosas, los que se encuentran débiles, sufren lo indecible y tienen que tomar medidas, como por ejemplo, llegar a cerrar operaciones. Ya lo hemos visto tanto en Estados Unidos como en países de Latinoamérica, donde la debacle de la tecnología se ha sentido con fuerza, a través de reducciones de personal y hasta cierres de compañías.
Lo segundo, es que la tentación de tomar “otras medidas” –así, entre comillas- crece de manera tal, que ya he conversado con varios encargados de sitios en Internet, que están sacando cuentas respecto de cómo cobrar por lo que hasta ahora es gratis: sus contenidos.
En este sentido, este no es un movimiento que sea sólo de nuestra región, sino que es mundial. De hecho en Suecia hay un grupo de sitios que está realizando un lobby frente a las compañías que proveen el servicio de Internet a usuarios finales (ISP por su sigla en inglés), para que sean ellas las que paguen por el contenido. La idea es simple: si los usuarios usan la red para ver los contenidos y sólo los ISPs hacen un buen negocio porque son los únicos que cobran, pues parte de esa ganancia debería ir a quienes proveen esos contenidos.
Creo que los dados están lanzados y van dando vueltas en el aire en estos momentos. Habrá que ver cómo caen y qué apuesta es la que favorecen. No obstante, queda claro que estamos asistiendo al fin de la Internet gratis y sin compromisos que caracterizó a sus primeros cinco años de vida. Y que viene otra diferente, que se caracterizará por algo que aún no está definido en su forma, pero que ya tiene claro su fondo: nunca más ver (o usar) sin pagar.
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